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viernes, 11 de diciembre de 2009

Un hobby como otro cualquiera

Virginia Santos llevaba trabajando seis años para la misma empresa de vigilancia jurada, tiempo en el que su carácter discreto y su inmaculado historial habían convencido a sus jefes de que ella era la mejor candidata para el puesto, que por otra parte todos deseaban en la empresa. La mañana que a Virginia se lo comunicaron, le pareció la mejor de las noticias, sabía que si ese puesto era para ella eso quería decir que sus jefes confiaban en ella. Pero sobretodo que a sus treinta y seis años podría olvidarse de las frías casetas de las obras, en las que cada noche vigilaba que nadie entrase a hacerse con algo que no era suyo, y eso era algo frecuente. A lo largo del tiempo,o Virgíania se había encontrado con tres tipos de gente distinta que buscaban acceder al interior de las obras, por un lado estaban los yonkis que buscaban un sitio tranquilo donde darse el chute, por otro lado las parejas que buscaban un lugar discreto para echar un polvo a escondidas y por último los ladrones de materiales, entre los cuales, los había de todo tipo, desde los que pensaban que aquello era poco más que un self-service para sus obras particulares de casa, hasta los que intentaban agenciarse con hormigoneras, palas, o llevarse un Caterpillar. Afortunadamente las pocas veces que Virginia había encontrado algún intruso, no había tenido que hacer uso nunca del arma reglamentaria que llevaba en una cartuchera sujeta al cinturón. La mera indicación de que ya había dado parte a la policía y que no tardarían en llegar solía bastar para que la gente se largase de allí de inmediato.

Claro que después siempre le tocaba hacer una llamada a la policía para avisarles de que se había tratado de una falsa alarma y de que ya no se requería su presencia, lo cual libraba de engorrosos trámites a la oficina central.

Desde aquella mañana habían pasado ya cuatro meses y Virginia ahora trabajaba en la Biblioteca Municipal de Bilbao, en la calle Bidebarrieta. Cuando le confirmaron que el trabajo era para ella, se dedicó a llamar a toda su gente para comunicarles que le habían dado el trabajo chollo que andaba buscando, al fin y al cabo el edificio estaba situada en el casco viejo del a ciudad, tenía multitud de transportes públicos cerca, y había sitios más que decentes para comer, tomarse un café o hacer unas compras. Nada que ver con una obra en el extrarradio. Además, durante el día, la mayor parte de los usuarios eran jubilados que buscaban echar un vistazo a la prensa, o estudiantes que utilizaban las salas del edificio para estudiar.

Algo que le extrañó desde el principio fue el hecho de que para estar situada tan céntricamente se podía decir que no era mucha la cantidad de gente que acudía allí a tomar un libro prestado. Sin duda, era un trabajo bastante sencillo.

Y no fue sino con el paso de los meses y los solitarios turnos de noche, que la ilusión inicial empezó a desvanecerse y surgieron algunos peros con los que no había contado inicialmente.

Para empezar, cuando había pedido referencias del trabajo, nadie le había hablado del insoportable frío que se pasaba allí por las noches, pero sobre todo nadiee le había hablado de lo exasperante que podía llegar a ser el día a día entre aquellas paredes.

Por eso, había veces que Virginia echaba de menos el ladrido de un perro avisándola de un intruso, o mirar la carretera viendo pasar los coches y apostando si pararían y le darían trabajo, o si por el contrario seguirían su camino. Ella que había conseguido hacer de un montón de pequeños detalles los alicientes necesarios para sobrellevar sin demasiado esfuerzo el turno de noche, se encontraba con que nada extraño sucedía jamás dentro de aquel edificio. Afuera podía llover, tronar, haber fuegos artificiales o estar la ría a punto de desbordarse, pero ella no debía apartar los ojos de las cámaras, por lo que no le estaba permitido abandonar su cuarto de vigilancia, salvo para dar pequeños paseos, que debían quedar registrados en un libro de incidencias. Cosa que a Virginia le parecía ridículo, pues a nadie le debía preocupar cuando le apretaba la vejiga o cuando necesitaba cambiarse de tampax.

Afortunadamente, una mañana, Virginia conoció a Milagros en la maquina del café y tras varias charlas informales, le confesó que algunas noches se había traído libros para leer a la garita y así evitar el aburrimiento, aquello confidencia de Virginia hizo que Milagros primero se sonriera y después le advirtiese de que no era la única puesto que todos sus compañeros hacían lo mismo, a Virginia descubrir que aquel hecho que se suponía que estaba prohibido en el reglamento interno, era incumplido por todos, no le hacía especial gracia, pero por lo menos le hacía sentirse menos culpable. Milagros, apurada como la vio, le indicó que prestar libros a los vigilantes nocturnos era algo habitual entre los empleados de restauración, y que ella misma se encargaría de dejarle la próxima vez un libro sobre su propia taquilla para que lo leyera, a la mañana siguiente bastaba con que la vigilante lo volviera a dejar en el mismo sitio antes de que llegase el relevo y ella se marchara.

Habían pasado ya tres semanas desde aquel pequeño descubrimiento y una noche en que Virginia disfrutaba leyendo Ladrones de Tumbas de Ignoto Suarez, de repente creyó haber notado como una sombra se le cruzaba ante sus ojos. Miró al monitor y fue pinchando una a una las cámaras de video, primero el pasillo principal, el recibidor, las salas… todo parecía estar en su sitio. Sabía de sobra que cualquier elemento extraño como una rama, una hoja de un árbol, un pájaro, podían en cualquier momento en combinación con la luz de la calle crear un efecto visual con extrañas formas. Echó un vistazo al reloj, eran las tres menos diez de la mañana, y decidió adelantar la ronda de las tres y echar un vistazo, no fuera a ser que alguien se hubiera colado e intentado robar algo de la biblioteca. Haciendo uso de la radio llamó a la central de emergencias para dar aviso del posible intruso, pero nadie la respondió.

Se puso la cazadora y cogió walkie de la mesa, lo colocó en su cinturón dejándolo abierto como le habían enseñado por si se veía en la necesidad de pedir ayuda. Introdujo el manojo de llaves en su bolsillo y comprobó de forma rutinaria, que colgando de la derecha de su pantalón llevaba la porra reglamentaria, agarró la linterna con la mano izquierda y la encendió, cuando posó la mano en el pomo para salir del cuarto de vigilancia cogió aire, el chirrido suave de la puerta fue el pistoletazo de salida para que su corazón empezara a latir de forma desbocada. Estaba acostumbrada a aquella sensación, sin embargo un olor extraño y rancio la descolocó de repente e instintivamente extendió su mano derecha para encender el interruptor de la luz y comprobar de donde venía aquel olor nauseabundo, sin esperarlo, una mano fugaz salida de la nada le colocó una gasa en el rostro que provocó que Virginia se desvaneciera dejando caer la linterna al suelo, la cual tras rodar a penas metro y medio se quedó iluminándoles a ella y a la silueta oscura que la arrastraba al infierno.

Este texto forma parte de otro mas grande y está protegido por los derechos de autor. Esta permitida su difusión pero siempre citando las fuentes y su autoría.

Un saludo.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Reparito!! ¿Qué tal estás? Siento estar un poco desaparecida :) Me ha cambiado un poco la vida (nada extremo y a mejor!) lo suficiente para trastocarme un poco los hábitos de vida. Apenas leo y menos actualizo el blog :) Pero que sepas que te sigo y leo todo lo que vas publicando... Normalmente con el café, cuando me levanto, y prometo siempre escribirte un comentario pero luego, no sé por qué, se me pasa y no te dejo nada... en fin, ya sabes como son estas cosas!
Supongo que el texto del post es tuyo... Felicidades!! Veo que ese curso de escritura creativa está dando buenos frutos! Realmente me ha enganchado y asustado un poco jeje. ¿Qué le pasa a Virginia, al final? ¿Quién es el intruso? ¿Irás publicando capítulos por entregas?
Ya nos contarás!!!
Espero que todo te vaya superbien y que tu pequeñaja esté enorme y preciosa!
Besos!!

Gontzal dijo...

Hola Ojito! Me alegro que te vaya bien... pero que sepas que se te echa de menos, sobre todo esas críticas de libros tan buenas, je, je...

Si, el texto es mío y forma parte de uno mucho más largo que está en elaboración. Pero siento decirte, que no habrá más entregas publicadas en el blog, por otras vías ya se verá en el futuro.

La pequeñaja está supregraciosa... pronto espero poner su felicitación navideña.

Besos!!!

Mª Angeles dijo...

En tu estilo, intrigante, rapido pero me has dejado con el suspense en la boca. Espero me digas algún día, en ese libro que vas a publicar, como acaba el caso de la Biblioteca de Bidebarrieta.
No dejes de escribir, sabes que te sigo y FELIZ NAVIDAD para ti y los tuyos. Mª Angeles

Aniña (@vampyevil) dijo...

Esperamos que lo hagas en otros medios
Feli navidad y un besaza a esa pequeñaja supergraciosa!